Gran XXXVI Travesía Anual a Isla Venados, 5.5 km

¡¡Llegó el día!! En junio nadé por primera vez en el mar, en Mazatlán. Ese día me enamoré de las aguas abiertas, competí, gané y me piqué.

Ese día nadé de pecho. Me di cuenta que debía entrenar el crawl. Me contaron de la travesía anual que se hacía a la Isla Venados y quise participar. Les conté a mis hermanos de la travesía y se apuntaron al plan. Empecé con clases particulares para nadar crawl. Ellos empezaron a entrenar.

Llevamos 4 meses hablando de esta travesía. Nadando cada vez más para aguantar los 5.5 kms en el mar. A mi me emociona muchísimo saber que por primera vez en la vida vamos a: viajar juntos y solos; nadar juntos en el mar; nadar hacia una isla; nadar 5.5. kms.

Desde que mi papá se enfermó en febrero, nos hemos unido más. Casi siempre hemos tenido una buena relación, menos cuando eramos niños, que nos peleábamos todo el día (el grande y yo). Pero este año hemos convivido muchísimo y nos caemos muy bien. Me encanta la idea de compartir esta travesía con ellos. No saben si después de nadarla van a seguir nadando, yo sí, pero por lo pronto ya entrenamos varios meses “juntos”.

El viernes el grande y yo nos vimos en el restaurante que acaba de abrir (si les gusta la comida taiwanesa, TIENEN que ir). Él llega a Mazatlán antes y va a pasar por nuestros kits y hacer el check in en el hotel. En la tarde llegaremos el chico y yo juntos. Ya estamos todos entre nerviosos y ansiosos, mi mamá, mi papá, mis hermanos, y yo es que no quiero que se termine el plan.

Sábado

El sábado el chico fue a mi casa, dejó ahí su coche y nos fuimos juntos al aeropuerto. Estábamos muy ansiosos, recorrimos Mazatlán completo antes de ver a mi otro hermano, nos subimos al taxi colectivo y fue toda una odisea llegar. Ya los tres juntos nos fuimos a cenar al centro, fuimos a El Presidio, hasta la fecha, mi favorito en Mazatlán. Comimos tacos de marlín, de camarones, ensalada de betabel, y varias cosas más, todo delicioso. Caminamos un rato por el Malecón y nos fuimos a dormir al hotel. Teníamos que despertar a las 6:00 am el domingo para alistarnos para nadar!.

En el Presidio

Domingo

A las 6:00 sonó el despertador. Dormimos medio mal porque uno de los habitantes del cuarto roncó TODA la noche. A las 6:00 nos paramos, les pasé el bloqueador y empezamos con los preparativos.

Antes de nadar, ya nerviosos.
Las islas hacia las que nadaríamos

Nos vestimos y nos fuimos al Monumento al Pescador en donde estaban ya todos listos para la foto y la Travesía. Nos untamos vaselina, nos fuimos a la foto, nos pusimos pasta de lassar en donde creímos que nos íbamos a rosar y nos preparamos para nadar. Ellos estaban muy ansiosos o nerviosos o aterrados por el sol y decidieron salir antes.

Yo me quedé con el grupo de Edgar (mi amigo que me dijo de la travesía) a escuchar las últimas instrucciones, agarrarnos de las manos dentro del mar, hacer una oración y echarle agua al cumpleañero del grupo. Una vez que alguien dio la orden, nos pusimos a nadar. Mi plan era nadar en grupo, pero me di cuenta que mi ritmo era más rápido que el de ellos y decidí nadar sola.

Con todos los nadadores!

Disfruto mucho nadar sola, en el mar, sin nadie al rededor. Había que seguir unas boyas mientras del lado derecho teníamos el malecón con sus edificios y del lazo izquierdo, puro mar. Al frente, las islas hacia las que nos dirigíamos.

El sentimiento de libertad que siento al nadar no lo he experimentado antes. Quizá en mis viajes laaaaaargos a tierras lejanas en las que nadie me conoce me sentía así. Pero nadar en el mar, sola, escuchando nada más que burbujas y mis brazadas es de los mejores sentimientos que puedo recordar. Nadé y nadé y nadé, sin prisa, disfrutando lo que hacía, observando mi alrededor, viendo peces de vez en cuando y casi al final un banco que nunca me hubiera imaginado.

Iba con muy buen ritmo y en el km 3.7 casi al llegar a la boya sentí una aguamala en mi brazo derecho. Me ardió, seguí nadando como me habían recomendado y hasta sentí una sensación de alivio al pensar “ah, así se siente una aguamala”. Me molestó como 100 mts y luego pasó. Después de eso me agarró una corriente de la que nadie me había contado. Me tardé 1 hora en el último kilómetro y medio, pero lo logré. Llegué feliz a la playa. Me recibió un chavo guapísisisisisisisisimo que me dijo, “bienvenida a la isla” casi le contesto “de haber sabido que estabas aquí, nado hace 20 años”, pero bueno, seguro hace 20 años él estaba en kinder.

Salí, caminé, busqué a mis hermanos que estaban sentados en unas sillas en la única sobra que había, platicando. Me vieron y fue como, ¡ah! ¡ahí estás! (los conozco, me quieren aunque parezca que no). Se pararon a buscar una lancha que nos llevara de regreso a Mazatlán y nos fuimos por unas cervezas cerca del hotel porque la música de la isla ya los traía locos.

Juntos en la Isla
Llegamos!!

Llegamos por cervezas y tostadas. Platicamos nuestra experiencia, al chico también le picó una aguamala, pero el dolor le duró más tiempo. Lo volveremos a hacer, disfrutaron mucho nadar en mar y empezamos a pensar en lugares a los que ir a nadar, juntos. Nos alcanzó Edgar que se quedó más tiempo en la isla.

Edgar y yo con las islas detrás
Los 4 juntos

A las 3:00 pm yo tenía que agarrar un camión para irme a Culiacán y agarrar un vuelo a Chihuahua. O sea que los dejé en el hotel y seguí mi camino.

Organizar nadar juntos, viajar juntos, pasar 24 horas juntos y solos, es algo que por raro que parezca, nunca habíamos hecho. Hemos viajado juntos, con nuestros papás varias veces, pero nunca sin ellos. Es chistoso pensar en que no hacemos ese tipo de cosas. No conozco a muchos hermanos que viajen así, la gente crece, se sale de la casa, se casa, se independiza y terminamos viéndonos los domingos a comer, siempre con las nuevas familias de por medio. Me encantó estar con ellos 1 día, platicamos, brindamos, nos reímos, nos molestamos y compartimos, que era lo más importante.

La experiencia en Mazatlán fue increíble. Nadar en ese mar, tanto tiempo (no quería llegar), sabiendo que mis hermanos estaban adelante de mi, fue de lo mejor que he hecho. La organización de la travesía fue perfecta, todos muy atentos y siempre nos sentimos seguros. Seguiré dando brazadas por el mundo, nadando en los mares mexicanos y en los extranjeros. Disfrutando mi nueva pasión que me llena de felicidades y de ¡¡¡piquetes!!!.

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